Estas últimas semanas he tenido el enorme gusto de estar en contacto y compartir con empresas y emprendimientos de todos los tamaños y de diversas industrias, y la pregunta recurrente es ¿Por qué cuesta tanto lanzar emprendimientos exitosos o nuevos productos o líneas de negocio en este país?
Algunos argumentan que es el tamaño del mercado, otros adjudican las complicaciones al sistema legal e impositivo, otros al comportamiento de consumidor; y más personas de lo que hubiese creído, lo atribuyen a la mala suerte, al castigo divino, y el más interesante (por llamarlo de algún modo) a que equis o ye local están maldecidos y todo negocio que se pone ahí quiebra… La realidad es que si bien la respuesta no es simple, es más sencilla.
El principio radica en que los emprendimientos, nuevos productos, nuevas líneas de negocio, nuevos servicios, etcétera, fallan en aportar algo realmente innovador, en agregar valor, y son resultado de copiar-pegar (algo discutido en otra entrada de este blog que la pueden leer aquí) y entran a competir en mercados saturados, o, en términos de Chan Kim y Renée Mauborgne, en Océanos Rojos atestados de competencia que lucha por sobrevivir. En este contexto, las opciones para competir y ser exitoso se limitan a ofrecer calidad excepcional o ser el más barato, o una combinación de las dos. Sin embargo, ¿Qué valor aporta el ser una opción más en el mercado, así seamos la mejor?
Kim y Mauborgne, en su libro “Blue Ocean Strategy”, ofrecen una alternativa que creo toda empresa y emprendimiento necesita explorar si desea lanzar nuevos negocios con probabilidad de ser exitoso; en Ecuador hace falta crear más Oceános Azules: “espacios pertenecientes al mercado que aún no han sido utilizados o explotados, y que por consiguiente generarán una oportunidad para el crecimiento rentable”. Usualmente estos océanos azules se crean a partir de los rojos existentes, combinando características, elevando o reduciendo propiedades para crear rasgos distintivos que nos diferencien de la competencia y aporten valor agregado. Clásicos ejemplos académicos de esta estrategia son, entre otros, el Circo del Sol, que redefinió el teatro y el circo a la vez; Nintendo, que capturó con su Wii a segmentos de mercado que otras consolas de videojuegos no consideraban como usuarios; o Ralph Lauren, que re conceptualizó su estrategia como “alta moda sin moda”.
En el país también hay grandes iniciativas de negocio que explotaron o están explotando océanos azules. Un excelente ejemplo en Quito fue “La Platea”, quien estableció el primer Food Park en la ciudad, satisfaciendo necesidades del movimiento Food Truck que tomaba fuerza en la capital, solventando la falta de regulaciones para ese tipo de negocios y brindando un nuevo espacio para los consumidores, creando un nuevo océano azul que hoy por hoy no puede considerarse una iniciativa en la industria de la comida rápida, sino el negocio inmobiliario más rentable del país. En una época donde decenas de dueños de comida rodante circulaban a riesgo de multas y muchos protestaban y hacían plantones para que el municipio brinde soluciones, Andrés Torres y sus socios, buscaron alternativas e inspiración en otros países e industrias para crear espacios y nuevos negocios.
Otro caso de éxito es Chocolates Pacari, quienes rompieron el paradigma de que el mejor chocolate del mundo es suizo y hecho con base de leche, revolucionando la industria del chocolate puro al combinarlo con ingredientes que nunca nadie imaginó iban bien con el cacao, lo que le valió a Santiago Peralta el título del mejor chocolatero del mundo. Cambiando la forma de procesar el cacao y de producir chocolate, Pacari creó una nueva categoría en el país y es reconocido mundialmente, ocupando los mayores puestos del escalafón mundial de la industria.
Por supuesto los océanos azules dejan de ser azules tras un tiempo y nuevos competidores entran en busca de oportunidades para sus negocios y poco a poco se empieza a teñir de rojo, hasta entonces, muchas veces, ya nos habremos posicionado y capitalizado un crecimiento importante, sin embargo, es recomendable que empresas y emprendimientos estén en reinvención constante, explorando y buscando nuevos océanos que navegar y conquistar.