Emprender con sentido

Emprender con sentido

Una de las principales dudas que alguna vez todos nos planteamos al querer empezar a emprender es: “Quiero algo propio, ¿Qué negocio me pongo?” o “¿Qué puedo hacer para poder tener un emprendimiento exitoso y poder vivir de él?” En mi experiencia, como docente universitario de creatividad empresarial y como mentor de emprendimiento para diferentes organizaciones propias, particulares y públicas, esta es, sin duda, una de las primeras preguntas con las que las personas me abordan. Y estoy seguro de que mi respuesta para ellos es de lo más desilusionante.

La respuesta es, que no hay respuesta correcta. Nadie puede asegurar el éxito de un emprendimiento, nadie puede dar certeza suficiente de que tal o cual negocio es el camino más seguro para el éxito. Lo que para unos funciona, para otros no. Lo que constituye, a mi modo de ver, la parte más emocionante de emprender. Lo único seguro en este camino es que hagamos lo que hagamos, sin duda aprenderemos y creceremos como emprendedores y como seres humanos.

 

No crean, sin embargo, que mi respuesta queda únicamente hasta ahí. Difícilmente estaría ofreciendo mentoría si así fuese. La inhabilidad de contestar esta pregunta se basa en múltiples factores. Por nombrar los tres más relevantes:

En primer lugar, la vara con la que midamos el éxito de un emprendimiento es, por decir lo menos, absolutamente relativo. Lo que puede significar éxito para una persona, no necesariamente significa lo mismo para otra. Para algunos el éxito se mide en el tiempo libre que el negocio permita para que esa persona pueda disfrutar con su familia, para otros se mide en miles de dólares, para otros en millones. Para unos, en cuántos puestos de trabajo podría generar, para otros, en contribuir con el planeta… Cientos de ópticas diferentes, ninguna más válida o más acertada que otra.

El siguiente factor va más allá del emprendimiento como tal, y es la capacidad, la habilidad y me atrevería a decir, la calidad del emprendedor. Definir el negocio adecuado dependerá en gran medida de las habilidades que tiene el emprendedor para ejecutar un servicio o producir un producto, o los recursos que tenga para encontrar quien ejecute o produzca por él, en su capacidad de resiliencia, de adaptación, de gestión, e incluso del tiempo que esté dispuesto a dedicarle al negocio. Como todo gran proyecto, emprender no es un camino lineal y más de una vez nos encontraremos preguntándonos ¿en qué rayos me metí? Ahí es donde uno realmente puede ver de qué madera se está hecho.

Aunque trillado, no por eso menos cierto, también influye la pasión que tenga la persona por su negocio, y en cuánta garra le va a poner para llegar a su definición de éxito. La pasión, desde mi punto de vista, es el elemento más importante a la hora de crear un negocio, no por el producto o servicio en sí, sino por el alma que hay detrás de ese emprendimiento. La meta es llegar a identificar cuál es el motivo ulterior que está detrás de nuestra idea de negocio. En un mundo ideal, deberíamos empezar por ahí, por definir como agrego valor, por definir cómo generar prosperidad para todos quienes estén implicados.

 

Recientemente tuve la oportunidad de impartir junto con el decano de una de las escuelas de negocio más prestigiosas del país talleres sobre innovación y design thinking, y él ilustraba esta definición, esta búsqueda de un alma detrás de los proyectos de intraemprendimiento, a través de invitar a los participantes a reflexionar en cómo iban a responder (llegado el momento) la siguiente pregunta a sus nietos: “¿Abuelito, abuelita, en qué trabajaste tú cuando eras joven?”. Y continuaba complementando luego de una pausa, “¿Prefieren decir yo trabajé aumentando en un 15% la cartera de préstamos de vivienda para personas, con una reducción del índice de morosidad en un 75%, o prefieren decir, yo ayudé a las personas a cumplir su sueño de tener casa propia?”. Detrás del por qué de un proyecto de emprendimiento no hay solo romanticismo o poesía, hay también una razón de negocio, una búsqueda de rentabilidad, de una mejora de ingresos, etc, pero esto es una consecuencia de buscar generar valor para colaboradores, clientes, proveedores, nosotros mismos y la sociedad en general. Un beneficio grande de esta perspectiva es que, así nuestra idea de negocio no prospere, teniendo claro cuál es nuestro propósito como emprendedores, podemos pivotear, pensar otras grandes ideas de negocio y eventualmente hallar la mejor solución para alcanzar nuestra definición de éxito.

 

Así que, para contestar la pregunta con la que empezamos esta entrada, la mejor forma para ser exitosos emprendiendo, es encontrar un problema real, centrado en el ser humano, del cual nos podamos empoderar y enamorar, buscar más de una forma de resolverlo, y disfrutar haciéndolo, porque si el proyecto a emprender no te hace feliz, sin lugar a duda me atrevería a decir, que es un emprendimiento destinado a morir pronto.

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