Es muy común encontrar en empresas de todos los tamaños, desde el pequeño emprendimiento hasta las grandes corporaciones, personas enamoradas de sus ideas de negocio, de sus productos o soluciones; y es que a veces nos encontramos tan sentimentalmente atados a nuestras propuestas al punto que, aunque estas ya no resuelven el problema de manera óptima y adecuada, seguimos defendiendo nuestros proyectos a capa y espada. Y a pesar de que mucha gente constantemente repite que uno no debe enamorarse de su emprendimiento o negocio, yo en lo personal abogo por lo contrario.
Enamorarse de nuestros negocios, no solo no está mal, sino que es un requisito fundamental para el éxito. Sin amor por lo que se hace, sin pasión, no hay manera de sobrellevar las constantes vicisitudes y desafíos de sacar un negocio adelante y alcanzar el éxito. Ahora bien, ese enamoramiento, necesita estar bien encaminado y ser enfocado de manera correcta. Creo firmemente que todos necesitamos enamorarnos del ideal de solucionar uno o más determinados problemas con nuestras empresas, no del cómo, sino del por qué: del por qué queremos brindar una solución a tal o cual problema, del por qué quiero facilitarle la vida a mis usuarios, del por qué quiero un mundo donde la gente no tenga que preocuparse por x, y, z problema, del por qué hago lo que hago, y no solo en los emprendimientos, esto aplica para todos, empresa pública, privada, y a lo largo y ancho de todos los niveles en la organización. Enamorarnos del por qué lo hacemos, si bien puede sonar un poco cursi y redundante, nos permite encontrar la mejor forma de hacerlo, aunque esta no sea la manera que originalmente planeamos.
Muchos tal vez no recuerden que YouTube nació como una web de citas. Su propósito era permitir a las personas darse a conocer mejor y expresarse a través de poder cargar videos en su página. ¿Qué hicieron sus creadores (Jawed Karim, Steve Chen y Chad Hurley) cuando pocos usaron su plataforma? Pivotearon, y la abrieron al público para que sean los usuarios quienes determinen qué debería ser YouTube, en lugar de YouTube decirles a los usuarios para qué usar su plataforma. Si bien su solución inicial, orientada a fines románticos, cambió, su propósito quedo intacto: Permitir a las personas darse a conocer y expresarse a través de la carga de videos en su página. Ellos se enamoraron de su propósito, no necesariamente del cómo inicial.
Un ejemplo similar es Kleenex. Los famosos pañuelos desechables fueron creados y lanzados al mercado en 1924 con el propósito de facilitar la higiene de las personas con un enfoque de limpieza facial y ser una toalla para remover el maquillaje de las mujeres. Las personas, sin embargo, usaban el producto como un pañuelo descartable. ¿Cómo respondió ante esto Kimberly-Clark? Lanzó una campaña en un periódico en Illinois pidiendo a las personas su opinión de para qué sirven sus pañuelos. ¿El resultado? 60% respondieron que lo usaban para limpiarse la nariz, y Kleenex cambió su empaque, publicidad y giro de negocio para enfocarse en ser un pañuelo descartable. Cambió el cómo, pero el por qué, el facilitar la higiene de las personas, se mantuvo.
Cuando amamos nuestro propósito, cuando nos enamoramos del por qué hacemos lo que hacemos, podemos pivotear nuestras soluciones, servir mejor a nuestros clientes, y como resultado, lograr mejores ventas, más rentabilidad y más prosperidad.