Cuando las llamas arden...

Cuando las llamas arden...

5:30 am, 10 de diciembre de 1914, West Orange, Estados Unidos. Decenas de carro bombas correspondientes a ocho departamentos de bomberos luchan desesperadamente por controlar el devastador fuego que, alimentado por sustancias químicas, consumía más de 10 edificios de la legendaria planta que el inventor Thomas Edison había levantado en Nueva Jersey.

Charles Edison, de 24 años, miraba desconsoladamente mientras el infierno arrasaba con el trabajo de su padre, cuando este se le acercó y dijo: “Charles, ve a buscar a tu madre y a todos sus amigos, nunca volverán a ver un incendio como éste…. acabamos de deshacernos de un montón de basura”. Horas más tarde, en la escena del incendio, Edison fue citado en el New York Times declarando: “Aunque tengo más de 67 años, empezaré de nuevo mañana”. Agotado como estaba de permanecer en la planta hasta que el caos estuviese bajo control, Edison se aferró a su palabra e inmediatamente comenzó la reconstrucción, sin despedir a ninguno de sus empleados.

Edison podría haber llorado, gritado de rabia, culpado al universo por una tragedia donde se perdieron alrededor de 920 mil dólares (correspondientes a unos 23 millones de dólares actuales), además de prototipos y documentos de valor inestimable. Edison pudo haber maldecido, insultado, despedido a todos sus empleados, o se pudo haber sumido en absoluta depresión. En vez de eso, sonrió y le dijo a su hijo que disfrutara el espectáculo.

Después de tres semanas, gracias a un préstamo considerable de su amigo Henry Ford, Thomas Edison consiguió que parte de la planta volviera a operar nuevamente. Sus empleados, por voluntad y decisión propia, trabajaron turnos dobles y se esmeraron para producir más que nunca. Edison y su equipo lograron incrementar los ingresos ese mismo año en casi 10 millones de dólares.

Muchas veces, ante pérdidas, desafíos y obstáculos, instintivamente respondemos con tristeza o enojo, y eso está bien. Sin embargo, esta respuesta inicial debe ser fugaz. Cuando la tragedia golpea, debemos aceptar que no podemos cambiar el pasado, que solo podemos “disfrutar el espectáculo” y, como lo hizo Edison, encontrar oportunidades de hacernos más fuertes y superar los desafíos. Como dice Ryan Holiday en su libro “el obstáculo es el camino”: “Para hacer grandes cosas necesitamos ser capaces de soportar tragedias y contratiempos (…) Tenemos que amar lo que hacemos y todo lo que ello conlleva, bueno y malo, tenemos que aprender a encontrar alegría en cada cosa que sucede”.

Empresas de todos los tamaños, pero de especial manera los emprendimientos, enfrentan constantemente incendios y adversidades, y nos corresponde a nosotros, los empresarios y emprendedores, enfrentarlos con resiliencia y estoicismo, controlar nuestras emociones iniciales, encontrar oportunidades para usar las dificultades como motor para llegar aún más lejos, así implique reconstruir desde las cenizas.

Cuando las llamas arden, nuestro espíritu necesita arder con más pasión y fuerza.

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