A finales del 2014, el informe anual del Global Entrepreneurship Monitor, calificó a Ecuador como el país más emprendedor de Latinoamérica y a tan solo un puesto del podio mundial, se ubicó en cuarto lugar a nivel global. La principal métrica de este informe mide el número de empresas originadas por personas entre 18 y 64 años que han iniciado operaciones en un periodo de hasta tres años y medio previos al informe.
¿Es esta métrica suficiente? ¿Representa en verdad la realidad nacional respecto al emprendimiento? En la actualidad el calificarse como emprendedor se ha vuelto trillado, a tal punto que el verdadero espíritu de la cultura emprendedora ha perdido su significado y su significancia en nuestra sociedad.
La Real Academia Española define como emprendedor a aquella persona “que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras.” (RAE) nótese el énfasis en innovadoras. Es muy posible que Ecuador sea el país con más negocios propios o nuevos en Latinoamérica, pero difícilmente todo este universo puede considerarse emprendimiento. Que el ecuatoriano tiene el espíritu aguerrido de lucha, de salir adelante, de buscar la manera de llegar a la libertad financiera, SÍ. Que el ecuatoriano es un gran negociante, inteligente, sabido, recursivo, SÍ; sin embargo, no todo negocio resulta ser un emprendimiento.
El emprendimiento debe buscar llenar una necesidad latente en las sociedades, tiene que buscar satisfacer no solo a los dueños de los negocios sino, con más énfasis, a sus usuarios, clientes y consumidores; el emprendimiento tiene que buscar una razón profunda y significativa.
En el mundo, 90% de los nuevos emprendimientos (startups) fracasan en menos de 3 años y no son capaces de superar lo que los académicos en las escuelas de negocios llaman “el valle de la muerte”, ese periodo de tiempo entre que inicia el emprendimiento hasta que este puede cubrir los gastos generales de la empresa. Fenómeno que es entendible por el hecho antes mencionado, la mayoría de emprendimientos, carecen de la cultura y espíritu de un emprendedor y son simplemente negocios.
Ser emprendedor requiere de resiliencia, compromiso, trabajo duro, caer mil veces para levantarse mil una, una mentalidad y una fe inquebrantable en saber que él o ella pueden, quizás no inmediata pero inequívoca y definitivamente; requiere coraje y saber entender que fallar no es el final, es una lección más en el camino hacia el éxito, es darle ahí cuando muchos dicen basta… Ser emprendedor requiere un porqué profundo y trascendental, un porqué que impulse hacia arriba cuando todo tira para abajo, un porqué que inspira cuando todo parece ser viento en contra, un porqué que convierta startups en verdaderas empresas, que convierta startups en scaleups, esa siguiente fase en la vida de los emprendimientos en las que se ha logrado una masa crítica de clientes o consumidores, un modelo de negocio repetible y escalable, una identidad propia como empresa.
El 90% de emprendimientos fracasan ¿Qué significa eso para el Ecuador, siendo uno de los países más emprendedores del mundo? Significa que nos corresponde a nosotros el enorme gusto de jalar esa estadística hacia abajo, tenemos la titánica mas orgullosa tarea de representar a ese 10% en lugar de al 90. Si el Ecuador, el ecuatoriano, ha tenido la capacidad para ocupar el palmarés a nivel regional y global como uno de los países, bien llamado o no, más emprendedores, si tenemos la capacidad para montar empresas de tal manera, pues aventurémonos a dar el salto, busquemos el lauro de ser el país con más scaleups en la región, formemos una cultura de verdadero emprendimiento e innovación y trascendamos estadísticas y conceptos.
¡Realmente no hay límites de hasta donde se puede llegar!